Chinchero, la población más típica del Valle Sagrado de los Incas, es una ciudad netamente incaica que los conquistadores quisieron
"civilizar" para implantar su cultura, pero nunca lo lograron
totalmente. Sus pobladores habitan las construcciones incaicas casi intactas,
en el mismo lugar donde sus lejanos antepasados vivieron y formaron la
civilización más grande y próspera de América.
En el Conjunto Arqueológico de Chinchero llama la atención
inicialmente sus andenes, lo que permite entender que fue un centro de
producción agrícola en la época inca, también se construyo un almacén y se doto
a todo el complejo de un sistema de regadío muy eficiente. La historia cuenta
que con la llegada de los españoles, Chinchero fue incendiada en 1536 por Manco
Inca, en su huida hacia Vilcabamba, con el objetivo de no dejarles nada a los
españoles.
Sobre el Palacio de Tupac Yupanqui los españoles levantaron
la Iglesia de Nuestra Señora de Monserrat en 1607, con la finalidad de
representar su sometimiento de forma simbólica. Su Altar mayor tallado en pan
de oro y estilo barroco está dedicado a la Virgen de la Natividad. Sus paredes
están decoradas con obras de Diego Quispe Tito el máximo representante de la
escuela cusqueña. También hay trabajos de Francisco Chihuantito.
En Chinchero el pasado persiste obstinadamente, como si el
espíritu de una cultura milenaria se aferrara en este lugar, negándose a
desaparecer. Los pobladores nativos, ataviados con coloridos trajes típicos,
bajan de sus comunidades los domingos y se aglomeran en la plaza principal para
intercambiar sus productos. Ver a todo este grupo de gente de raíces culturales
profundas, ajenos a todo signo de modernidad, resulta todo un espectáculo.
En la concurrida y colorida feria dominical de chinchero se
puede encontrar objetos de uso domestico, algunos verdaderamente antiguos como
los famosos textiles de chinchero. En este pueblo, con comunidades unidas se ha
podido conservar un patrimonio vivo, inmaterial, de extraordinario valor, que
se expresa tanto en la textilería como en las prácticas agrícolas y en una red
de relaciones familiares y comunitarias. En los talleres de las asociaciones de
artesanas se exponen diariamente todo el proceso del tejido, desde el lavado de
la lana, hasta el producto final, se aprende de las técnicas de hilado, teñido
y tejido.